Lucas 5:1: aconteció estando Jesús junto a el
lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para oír la palabra de Dios.
Nadie nunca habló como Jesús, él hablaba y la gente se agolpaba para escuchar
su palabra. Ningún hombre jamás, en toda la historia, ha impactado tan
fuertemente a la humanidad con sus palabras. ¡Jesús es un ser extraordinario!
Hoy mismo, millones de personas en todas las naciones están reunidas para
escuchar acerca de él, ¡y hace dos mil años que murió en la cruz!
Desde
que Jesús vino a la tierra, y no solamente durante los días domingos sino todos
los días, multitudes enteras se reúnen en su nombre, buscando ser tocados por
El, y adoran a Dios en su nombre. ¡No ha habido otro ser tan extraordinario
como Jesús!
Algunos
decían, este habla con autoridad, no como los religiosos, ni como los
fariseos. Otros, nunca nadie ha hablado como éste. En una oportunidad unos
soldados recibieron la orden de aprehender a Jesús, pero regresaron ante los
fariseos diciendo, a este no lo toco. ¡Nadie ha hablado como él! ¿Te dices
cristiano? ¿Tienes idea de la extraordinaria figura que es Jesucristo? ¿Has
tenido realmente un encuentro con Él? Cuando alguien tiene un encuentro con
Jesús, nunca puede seguir siendo el mismo. ¡Un encuentro con Jesús transforma a
las personas!
Continúa
diciendo el pasaje que leímos: 2 Y vio dos barcas que estaban cerca de la
orilla del lago; y los pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus
redes. 3 Y entrando en una de aquellas barcas, la cual era de Simón, le rogó que
la apartase de tierra un poco; y sentándose, enseñaba desde la barca a la
multitud.
Solamente
había un grupito que no había ido a escuchar a Jesús. No había en ellos interés
de verle sino que estaban ahí por causa de su trabajo que era la pesca. ¡No
estaban interesados en escuchar lo que Jesús decía! Estaban lavando las redes
porque habían estado pescando toda la noche… Jesús a veces toca a los que menos
uno se imagina… Dice la Biblia que había dos barcas y Jesús escogió la de Simón
Pedro, el que luego terminó caminando sobre las aguas. Jesús se subió a la
barca de Pedro y le rogó que apartase la barca porque la gente se agolpaba
sobre ella… y sentado desde la barca les predicó la palabra de Dios.
Y dice el
versículo 4: Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar adentro, y
echad vuestras redes para pescar. En ese momento se armó un conflicto en la
mente de Pedro, porque Jesús no era pescador, y él sí, era pescador, hijo de
pescador. Él pasó la mayor parte de su vida en el mar de Galilea, conocía todos
los vientos, las mareas, ¡vivía de la pesca! Pero Jesús era carpintero… Se ve que Pedro había estado toda la noche y
no había pescado absolutamente nada; el que tenía conocimiento era Pedro, el
que sabía sobre el mar de Galilea era Pedro, el que sabía cuándo un día era
bueno para pescar y cuándo no, era Pedro. Pero Jesús no le dijo, ¿qué te
parece si echamos la red?, sino que le ordenó: boga mar adentro y echad
vuestras redes para pescar. Y en ese momento, Pedro contestó de una manera
extraordinaria: en tu nombre echaré la red.
Mira Señor, vamos a dejar de lado
que tú sabes menos que yo, vamos a dejar de lado lo que pienso, el hecho que
estuve toda la noche tratando de pescar sin éxito, y ya estoy cansado, ¡y sé
que no hay pesca…! ¡Vamos a dejar de lado todo Señor! ¡Y por tu palabra echaré
la red! Pedro llegó a ser el apóstol número uno de Jesús, tanto, que la iglesia
católica cree que Pedro es de ellos, y que el papa es su sucesor. Pero yo me
pregunto, ¿qué sucedió en la cabeza de Pedro? ¡Algo ocurrió en su mente! Él
tomó una decisión que le llevó a una gran pesca.
Posiblemente le estoy hablando
a mucha gente que hace rato que quiere pescar algo pero sigue sin hacerlo,
alguna soltera que quiere pescar algún tiburón, alguien que quiere pescar un
gran negocio, alguien que ve cómo la vida se le va, ¡y no hay pesca! Quizás
llevas ya varias noches sin pescar… Hay gente que dice, no sé qué le pasa a
Dios, porque hago todo bien y me sale todo mal; por ejemplo, hay madres que
dicen, hice todo bien y mi hijo me salió mal. ¿Te parece lógico eso? ¡Sácate lo de la cabeza! Cuando tú haces las cosas bien, ¿cómo salen? ¡Bien! Y cuando
haces las cosas mal, ¡salen mal! Entonces hay madres que han querido pescar
hijos buenos, pero han pescado hijos malos, hay esposas que han querido pescar
esposos buenos, ¡pero han pescado un demonio!
Algo
sucedió en la mente de Pedro y quiero tratar de entender qué es lo que pasó en
su mente, porque él tenía toda la autoridad como pescador de preguntarle al
Señor, ¿por qué se te ocurre que pescaremos algo si vamos mar adentro? ¿Tú qué
sabes de pesca? Para pescar lo que él pescó, y todos sabemos que pescó mucho,
hay que cambiar de mentalidad. ¡Dice la Biblia que las barcas se hundían! Tan
grande fue la pesca y tan maravillosa, que Pedro se tiró de rodillas y dijo a
Jesús: apártate de mí porque soy
hombre pecador. ¡Hasta se dio
cuenta que era pecador!
Y
Jesús le respondió, no te hagas problema Pedro, yo te voy a hacer pescador de
hombres. Esa es la otra cosa importante que sucedió ese día: Los que tienen un
encuentro con Jesús, cambian de oficio; toda persona que tiene un encuentro con
Jesús cambia su cabeza. Si tu cabeza no ha cambiado, no has tenido un encuentro
con Jesús, si vives fracasando, no has tenido un encuentro con Jesús o tuviste
un encuentro y lo dejaste o abandonaste, dejaste de escuchar su voz y de actuar
de acuerdo a lo que él te ordena.
En
el griego hay tres términos que se traducen por vida. Existe la vida
biológica, que es la vida del cuerpo humano, la vida orgánica que enterramos en
el cementerio, que se corresponde con la palabra griega bios. También hay
otra clase de vida que es la del alma o psiquis; ella involucra la mente,
voluntad y emociones, se manifiesta a través de los pensamientos y
sentimientos, y se corresponde con la palabra griega psiquis. Pero también
hay otra vida, que es la que Jesucristo da a aquellos que creen en Él, que se
corresponde con el nuevo nacimiento, con la vida espiritual que Dios nos da. Por
cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios; afirma la
Biblia en Romanos 3:23.
La gloria de Dios es una dimensión de la vida
espiritual que se corresponde con el Reino de los Cielos; cuando el hombre
pecó, murió su vida espiritual, por lo tanto, dejó de manifestar esa vida que
es la que detecta, discierne y entiende las cosas de Dios, por lo que quedó
desprovisto de Dios y de su conocimiento. Mi pueblo fue destruido, porque le
faltó conocimiento afirma Oseas 4:6. La vida espiritual es la antena que nos
conecta con la dimensión espiritual, con la dimensión de Dios; cuando murió esa
vida el hombre quedó subsistiendo sólo con la vida biológica y la vida del
alma, y comenzó a entender y a interpretar todo a través de su psiquis. Comenzó
a opinar acerca de Dios y del mundo espiritual pero en una dimensión chata.
La
Biblia dice que el hombre natural no puede entender las cosas que son de Dios
porque para él son locura; el hombre pecador quedó ligado y coexistiendo en su
vida biológica y psíquica y comenzó a interpretar y a entender todas las cosas
de acuerdo a sus sentidos.
¡Hasta
los creyentes se han aferrado a la vida de los sentidos! La Biblia dice que
tenemos que creer y obedecer la palabra de Dios ¡no lo que sentimos! Cuando
apelamos a lo que sentimos, tiramos a la basura la palabra de Dios. Algunos
creyentes dicen, pastor, sé que Dios me ama, pero a mí me parece que no me ama.
¿Por qué te largas a llorar? ¡La vida del alma no puede entender la vida
espiritual! Cuando un creyente se aferra a los sentidos, está operando en la
vida anímica, en la vida de su alma, ¡líbrate de eso!
Me vuelven loco los
creyentes que están dependiendo de lo que ven, de lo que sienten, y no se
aferran a la palabra de Dios. ¡No importa lo que tu alma siente! ¡Mata a tu
alma, llévala a la cruz, niégate a ti mismo y confiesa la palabra de Dios! A
esa unión de la vida psíquica con la vida biológica, la Biblia le llama carne;
esa palabra carne surge ya en Génesis 6:3; cuando vio Dios que la maldad de los
hombres sobre la faz de la tierra había crecido, miró al hombre y dijo: No
contenderá mi espíritu con el hombre para siempre, porque ciertamente él es carne.
En otras palabras, dijo, yo soy espíritu y no voy a estar peleando con la carne.
¡Ahí aparece por primera vez la palabra carne en la Biblia!
Después, en el
Nuevo Testamento, el apóstol Pablo habla de los creyentes carnales y dice que
no pueden agradar a Dios. ¿Por qué? Porque tú alma, tu psiquis no puede
entender las cosas espirituales, los pensamientos de Dios ni los caminos de
Dios; así que la única cosa que le queda al hombre es arrepentirse y volverse a
Jehová, el cual tendrá de él misericordia. Porque mis pensamientos no son
vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos…, dice el Señor (Isaías
55:8). ¡Hay una diferencia muy grande! Como
son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que
vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos (Isaías
55:9).
Así
que el creyente lucha cada día entre vivir en la carne o en el espíritu, pero
Jesús dijo: Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su
cruz, y sígame (Mateo 16:24). ¡No le hagas caso a tu alma ni a tus pensamientos
si no a Dios! ¡Aprende a escuchar la voz del espíritu! Pedro tenía experiencia,
era el pescador, sabía de redes, de barcas, conocía el Mar de Galilea, conocía
los vientos, ¡sabía todo! Pero algo pasó en su mente… cuando escuchó a Jesús,
algo sucedió en su interior. ¿Qué hizo? ¡Dejó su experiencia y sus sentimientos
de lado! En otras palabras, sin conocer mucho de Jesús, o conociéndolo muy
poco, posiblemente sorprendido con el hecho que tanta gente quisiera
escucharle, en contra de toda su experiencia, se negó a sí mismo y le obedeció.
Dejó de lado lo que sentía, lo que le parecía y lo que pensaba y dijo, Señor, en
tu palabra echaré la red.
Esta
es una experiencia y una historia extraordinaria para nosotros. ¿Hasta qué
punto confías en la palabra de Dios y hasta qué punto confías en tu
experiencia? Este fue el punto más extraordinario en la vida de Pedro; mediante
esa confesión que hizo, decidió darle el crédito a Jesús, aunque humanamente no
tenía crédito. O sea que Pedro empezó a ver algo más allá de lo humano. Ese día
que Pedro puso su fe en lo que Jesús decía, ese día Jesús le dijo: ahora te voy
a transformar en un pescador de hombres, ¡te voy a enseñar a pescar hombres!
Esto es lo que diferencia a un creyente almático de un verdadero creyente; un
cristiano espiritual oye la palabra de Dios, la cree y la obedece pero un
creyente almático dice, ¡recuerda lo que te pasó la última vez! Mira lo que te
hicieron allá y cuidado con lo que pasó en el otro lado. El creyente almático
vive de sus experiencias, tiene grabado en su memoria todo lo que ha padecido,
vive de los registros que saca de su propia historia; va caminando y se va
guiando por lo de atrás, por lo que le pasó, ¡está afectado por su pasado! Su
mente funciona con elementos del recuerdo, o mejor dicho, con heridas del
pasado. Hay cosas que se anima a hacer, porque en el pasado le fue bien
haciéndolas, pero hay cosas que no se anima porque en el pasado le fue mal.
El
creyente que no tiene fe vive tomando decisiones en función de ese almacén de
los recuerdos que tiene dentro de su mente, entonces reacciona con los hombres
y con las circunstancias en base a su experiencia, pero no conoce la voz de
Dios, ni toma decisiones de fe. Pero cuando Cristo vino a tu vida, lo hizo para
establecer un nuevo orden, lo hizo para vivificar tu espíritu y lo que tienes
que hacer, es lo que hizo Pedro: ¡Niégate a ti mismo y libera tu espíritu! La
Biblia dice, …si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas
pasaron; he aquí todas son hechas nuevas (2ª Corintios 5:17).