Una
de las cosas que me ha llamado la atención es por qué algunos hermanos no se
sanan aunque oramos por ellos. Nos preguntamos: ¿Por qué a veces cuando una
persona está en una situación de angustia profunda, de tristeza, de depresión
nos pide que oremos y lo hacemos pero no sale de esa condición? Muchos hermanos
viven presos de determinadas emociones, que son maldiciones más que emociones,
como la ira y el resentimiento. ¿Cuál es la causa por la que, aunque oremos,
las cosas siguen iguales?
Porque,
no es que Dios no quiere sanar, no es que no quiere liberar; Jesús dijo: El
Espíritu de Dios está sobre mí por cuanto me ha ungido… me ha enviado a liberar
a los cautivos… (Lucas 4:18). Hay personas que no pueden salir de su estado de
soledad, de amargura y esa no es la vida que Cristo compró para nosotros.
Él
declaró: Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia
(Juan 10:10). También le dijo a sus discípulos: Estas cosas os he hablado, para
que mi gozo esté en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido (Juan 15:11). Varias
veces su salutación fue: “Paz” porque los temores les atormentaban y Dios no
quiere que vivamos cautivos de ningún tormento, ni del temor, ni de la falta de
paz, de la soledad, la angustia, la amargura, tristeza o depresión.
Y hay una
enseñanza en la Biblia que me ha calado profundo en el corazón y quiero
compartirla contigo; es la historia que se encuentra en Mateo 18:23: Por lo
cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con
sus siervos.
Dios
es el Rey en el reino de los cielos y Él quiso hacer cuentas con sus siervos, o
sea, con nosotros, sus hijos, no los de afuera, no los incrédulos sino los
creyentes, esos son sus siervos, aquellos que han sido comprados por Cristo y
lavados en su sangre, cuyos pecados han sido perdonados.
Entonces
pues, el rey llamó a dar cuentas con sus siervos. Hay una cierta doctrina que
hemos predicado los evangélicos y es que cuando uno recibe la salvación ya no
la puede perder; y algunos han llegado a creer que una persona es salva en el
espíritu por lo tanto puede hacer con su cuerpo lo que se le de la gana,
porque, total, la carne ya está perdida. Entonces hay quienes han llegado a
creer que se puede pecar, porque ya el alma está salvada, pero eso está lejos
de la enseñanza bíblica. Hemos sido comprados por la sangre de Cristo, hemos
sido limpiados y perdonados, se nos ha dado vida eterna, pero se nos llamará a
dar cuentas. ¡Tendrás que dar cuentas delante de Dios de tus hechos, de tus
obras!
Continúa
diciendo Mateo 18:24 al 27: Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno
que le debía diez mil talentos. A éste,
como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo
que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba,
diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a
misericordia, le soltó y le perdonó la deuda.
Dice
la Biblia que el señor le perdonó toda la deuda, diez mil talentos. El talento
era una medida de peso; un talento, más o menos son unos treinta y cinco kilos,
lo que una persona puede cargar cómodamente. Algunas versiones señalan que diez
mil talentos equivalen a unas trescientas cincuenta toneladas y para otros, en
cambio, diez mil talentos son alrededor de doscientas dieciséis toneladas. El
talento era utilizado para medir el peso del oro y de la plata. Si fuese oro lo
que debía el hombre, entonces, la deuda era, aproximadamente, de cinco mil millones
de dólares. ¡Esto es una cifra muy grande!
Hablar de un millón de dólares es
hablar de mucho dinero, diez millones es aún mucho más, pero, cinco mil
millones de dólares, es referirnos a una cifra de la que perdemos un poco la
conciencia de cuántos ceros tiene y qué tan voluminosa es. Lo cierto es que
cinco mil millones de dólares es una cifra que un siervo no puede pagar en toda
su vida. Si es un trabajador y gana un sueldo, por más alto que éste sea, ni
siquiera dejando de comer y entregando todo el sueldo para saldar la deuda, ni
aún así la podría pagar. O sea que era una deuda impagable.
Para
tener una idea de cuántas son trescientas cincuenta toneladas, pensemos en los
camiones que vemos en la calle, los cuales son de una tonelada y media, dos,
tres, a lo sumo cuatro, y los camiones grandes que se ven en las rutas y cargan
cosas pesadas, llevan treinta toneladas; en el caso de la parábola, estamos
hablando de trescientas cincuenta toneladas de oro.
Señala
la Biblia que el siervo se arrojó a los pies del señor, desesperado, sin saber
lo que decir, y le suplicó: Ten paciencia conmigo, yo te lo pagaré todo. No era
consciente de lo que estaba diciendo, pero sentía una desesperación grande al
saber que lo iban a vender a él, a su esposa, sus hijos y todos sus bienes, y
que el rey se quedaría con todo lo suyo, incluida su familia. También señala la
Biblia que el Señor fue movido a misericordia y le perdonó toda la deuda. ¿A
qué deuda se refiere aquí?
¿Has
tenido tu alguna deuda impagable? ¿Alguien te ha perdonado algo que no podías
pagar? ¡Jesús, en la cruz del calvario, pagó una deuda que tú no podrías pagar
jamás!
La
Biblia señala en Romanos 6:23 que la paga del pecado es la muerte; de la única
manera que puedes pagar la deuda que genera el pecado, es con la muerte, es
decir, condenación eterna. Es imposible determinar un tiempo en el que yo pueda
saldar mi deuda con Dios por causa de mi pecado, mi deuda se paga con
condenación por los siglos de los siglos, eternamente. ¡Y Cristo cargó en sus
hombros con esa deuda! Dios dijo: ¡Mi hijo paga!
Esta
deuda de diez mil talentos es equivalente a la deuda por el pecado. Por más que
me arroje a los pies del Señor y le ruegue que tenga paciencia conmigo que yo
le voy a pagar todo, Él me va a mirar de arriba y dirá: ¡Este no entiende lo
que está hablando!
El
rey ya había determinado vender también a la esposa y a los hijos y esto es muy
real en la vida de los pecadores, que quienes pagan el pato por los pecados son
los familiares y si no pregúntale a una mujer drogadicta cuando le nace un hijo
con alguna enfermedad horrible por causa de que se ha drogado durante el
embarazo. ¡Los pecados de los padres también lo pagan los hijos! Entonces, esta
alegoría del reino de Dios tiene que ver con nosotros; al siervo le fueron perdonados
todos sus pecados, le fue perdonada toda la deuda.
No olvidemos que esta
historia nace cuando Pedro le dice al Señor: ¿Cuántas veces tengo que perdonar
a mi hermano?” Pedro, agrandado le pregunta: “¿Le tengo que perdonar siete
veces? Y Jesús le responde: No te digo siete veces, sino setenta veces siete.
Cada vez que venga tu hermano pedirte perdón, perdónalo, sé una persona
perdonadora. Precisamente te quiero hablar del hecho de que el perdón libera y
sana a las personas. ¡Quienes son reacios a perdonar están condenando su vida
eternamente!
Salió
el siervo de la presencia de su señor, y se encontró en la calle con un
consiervo, es decir, un hermano en Cristo; los dos pertenecían al reino de este
rey. Lo encuentra, y su consiervo le debía cien denarios. Un denario era una
moneda con la que se pagaba un jornal, por lo tanto debía cien jornales; se
trataba pues, del sueldo de unos cuatro meses, es decir, no era una deuda
impagable. Por eso, las financieras que dan crédito, dan cuatro o cinco
sueldos, más no, porque si no, comenzaría a transformarse en una deuda muy
difícil de pagar, pero, cuatro sueldos, el consiervo, de alguna manera lo podía
pagar. Éste se humilló delante del otro y se arrojó a sus pies como su
consiervo lo había hecho con su señor, y le dijo: Ten paciencia conmigo que yo
te lo pagaré todo. Pero el consiervo lo agarró del cuello y lo obligó a
pagarle, entonces lo metió en la cárcel hasta que saldara toda la deuda.
Ahora,
cuando Cristo te perdonó tus pecados: ¿Los perdonó todos o quedó alguno sin
perdonar? ¡Claro que los perdonó todos, te perdonó una deuda grande! Esa deuda
sí que era grande e impagable.
No
obstante, he observado una gran cantidad de creyentes ofendidos porque cuando
estuvieron enfermos, por ejemplo, ni siquiera los han llamado por teléfono. ¡Se
olvidaron de mí! ¡Esta iglesia no tiene amor! ¡Y dejan de asistir a la iglesia
porque se ofendieron! ¿Sabes lo que es esa ofensa? ¡Es no querer perdonar el
hecho de que no te hayan llamado! Estuve en el hospital y nadie me vino a ver, ni
siquiera preguntaron por mi. Está mal que no te visiten y que ni siquiera te
llamen por teléfono, ¡pero no agregues pecado al pecado! ¿Estás sufriendo
porque cuando has estado enfermo nadie te ha visitado? ¿Cómo vas a no perdonar
una deuda tan pequeña?
Eso
lo podemos ver bastante seguido y ojalá se arrepientan los creyentes enojados
porque no aman a los hermanos, y tienen un resentimiento grande con ellos.
Vienen a Cristo, quieren disfrutar el evangelio y dicen que no pueden perdonar
a su padre, a su madre u otra persona. La expresión: no puedo perdonar es una
frase diabólica. Un muchacho se largó a llorar y me dijo: ¡Es difícil perdonar!
y le respondí que, a los duros de corazón les es difícil perdonar, así que a
menos que seas duro de corazón no lo podrás hacer, pero aquel que tiene el
corazón de Cristo no le es difícil perdonar. ¡No sabes lo feliz que se vive
perdonando! Y no sabes, las enfermedades, las arrugas, los dolores, las
tristezas y amarguras que te vienen por no perdonar
¿Qué
hicieron los demás siervos cuando vieron este panorama? Fueron al rey y le
contaron todo, y lo más triste de la historia fue que el rey mandó a llamar a
la persona a la que le había perdonado todos los pecados, a la que le había
perdonado toda la deuda y le dijo: …Siervo malvado, toda aquella deuda te
perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu
consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, le
entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que le debía (Mateo 18:32 al
34).
¿Cuál
es la enseñanza aquí? ¡Todo lo que Dios te perdonó te lo cobra de nuevo!
Decimos algo que es verdad, y es que Dios perdona y se olvida de tus pecados y
no los recuerda más pero resulta que si tú no perdonas, le mueves la memoria a
Dios. El señor le dijo: Siervo malvado, toda esa deuda que yo te perdoné, ¿te
acuerdas? ¿No debiste ser tú misericordioso con tu consiervo como yo lo fui
contigo? ¿No te perdoné yo a ti? ¿Cómo no eres capaz de perdonar una deuda
pequeña? Las deudas que las personas tienen con nosotros son muy pequeñas, la
verdadera deuda es la que tenemos con Dios, la que nos condena y nos manda al
infierno. ¡Esa deuda es impagable!
He
conocido personas que están literalmente enfermas y llenas de amargura, odian a
su padre, el que murió hace años. ¡Cómo puedes odiar a un muerto!
Decía
al comienzo, que una doctrina señala, que la salvación no se pierde, pero con
la enseñanza que vemos aquí, llegamos a la conclusión de que la salvación sí se
pierde. Según esta enseñanza, Dios te dice: Si tú le reclamas al que te debe
algo y no lo puedes perdonar, entonces yo te reclamo a ti. ¡No les habla a los
incrédulos sino a los creyentes que conocen el evangelio!
Mateo
18:34 expresa: Entonces su señor, enojado, le entregó a los verdugos, hasta que
pagase todo lo que le debía. ¿Quiénes son los verdugos? ¿Son los ángeles? Viene
un ángel y te mete una amargura terrible. ¡No! Tú sabes que esos sentimientos
rencorosos generan dentro de ti, sustancias que envenenan tu cuerpo y lo
enferman; así es como tu alma se envenena con un mal sentimiento. Y como no
quieres perdonar a aquel que te ha hecho algo, dices: No es que no quiero
perdonar, lo perdono pero conmigo nunca más. ¡Eso es no perdonar! Yo lo perdono
que Dios lo bendiga pero no vuelvo más con él ¿Eso es perdonar? ¡No!
Esto
concluye de la siguiente manera: Así también mi Padre celestial hará con
vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas
(Mateo 18:35). ¡Si no perdonas te estás arriesgando mucho! El espíritu
perdonador libera a la persona que te debe, pero por sobre todas las cosas te
libera a ti.
Muchos
se presentan delante de Dios y le dicen: “Señor mío te alabo, te adoro”, pero
después no pueden mirar a la cara a su hermano. Si tú no puedes perdonar, tú no
sabes amar, no sabes lo que es el amor. Amar es no cobrar, amar es perdonar.
Dice
la Biblia que el rey entregó al siervo que no quiso perdonar a su consiervo, a
los verdugos. Estos son demonios que generan toda clase de enfermedades. ¿De
dónde vienen tus nervios y tus opresiones? ¿De dónde vienen las enfermedades?
Tu oras: “¡Señor, sáname!” Queremos la bendición pero resulta que Dios está
cargando tu pecado nuevamente sobre ti porque no has querido perdonar