Durante mucho tiempo y en muchas oportunidades nos
hemos hecho preguntas como por ejemplo: ¿Por qué Dios permite que los
cristianos pasemos por determinadas circunstancias? Nos cuestionamos si
realmente Dios es justo. La gente pregunta: ¿Por qué Dios permite que le suceda
tal cosa a esa persona? ¿Por qué permite que me pase esto a mí? Creemos que
somos más justos que Dios pero cuando tú piensas y hablas así, entonces te
haces más justo que Dios.
No entendemos porque no conocemos la palabra de Dios,
la que nos deja bien en claro, desde siempre, que hay cosas que le suceden al
justo como si fuera injusto y viceversa. Tú dirás que eso es una injusticia
pero no: ¡Eso es parte del plan de Dios! Claro, tú no puedes entender la mente
de Dios; solamente amándole podrás aceptar que sus planes son muy diferentes a
lo que tú piensas.
Hace muchos años atrás,
el Señor dejó asentado en la Biblia lo que escribió el predicador, Salomón, y
se encuentra en el capítulo 9 de Eclesiastés, en los versículos 2 y 3: Todo acontece de
la misma manera a todos; un mismo suceso ocurre al justo y al impío; al bueno,
al limpio y al no limpio; al que sacrifica, y al que no sacrifica; como al
bueno, así al que peca; al que jura, como al que teme el juramento. Este
mal hay entre todo lo que se hace debajo del sol, que un mismo suceso acontece
a todos, y también que el corazón de los hijos de los hombres está lleno de mal
y de insensatez en su corazón durante su vida; y después de esto se van a los
muertos.
Si tú ya sabes esto,
¿por qué cuestionas? Cuando llega el día de la calamidad y golpea la puerta de
tu casa, ¿por qué dices que Dios es injusto? Él ya lo había declarado hace
mucho tiempo, que un mismo suceso acontece al justo como al impío, al limpio
como al no limpio, al que sacrifica y al que no sacrifica, como al bueno, así
al que peca, al que jura como al que teme el juramento, les suceden las mismas
cosas. ¡Quítate la idea de la cabeza de que a ti no te pasará lo mismo que a
los impíos!
Entonces: ¿Para qué es la vida cristiana y de qué
sirve ser cristiano? Hoy te hablaré acerca de esto; la gran diferencia es que
el cristiano pasa por el fuego y no se quema, pasa por el agua y no se anega.
El agua no te anegará, dice el Señor, y la llama no arderá en ti. La gran
diferencia es que tú pasarás adelante, mirarás hacia atrás y verás que lo que
vino contra ti quedó y tú pasaste adelante. ¡Dios te ha hecho victorioso! ¡Él
te ha creado, te ha formado para la victoria!
¿Pero cómo sabremos que eres victorioso si no has
peleado en la guerra? Tienes que entrar en la batalla y enfrentar problemas y
dificultades para que quede demostrado al mundo que tú eres un cristiano y para
demostrarle al diablo que él es un fracasado. ¡Tendrás que enfrentar
dificultades! Pero si no conoces la palabra de Dios, te desanimas y preguntas: ¿Por qué a mi? ¡Justo ahora!
Pareciera que los problemas aparecen justo
cuando menos esperamos y tocan justo donde más nos duele. Te encuentras con
algún cristiano y te dice: ¡Mi cruz es grande, ya no aguanto! ¡Es más de lo
que yo puedo soportar! Entonces, no estás hecho a prueba de balas, saliste
fallado, Dios te hizo mal. ¡No! ¡Dios te creó para vencer! Pero muchas veces el
cristiano habla de su cruz y otro, en vez de alentarlo y bendecirlo o ayudarlo,
le dice: ¡Lo que tienes no es nada! ¡Te voy a mostrar mi cruz! Muchos
creyentes también hablan de su cruz… uno está clavado, dice: ¡Me duele!” Pero
el otro contesta: ¡A mi me duele más! Tus clavos son muy chiquitos, los míos
son más grandes. ¡Hablamos pavadas por no entender las escrituras, porque no
conocemos la palabra de Dios!
Eclesiastés
9:11: Me
volví y vi debajo del sol, que ni es de los ligeros la carrera, ni la guerra de
los fuertes, ni aun de los sabios el pan, ni de los prudentes las riquezas, ni
de los elocuentes el favor; sino que tiempo y ocasión acontecen a todos.
No te creas que por ser
ligero ganarás la carrera. Recordemos la fábula de la liebre y la tortuga en la
que gana la segunda. O sea que a eso mismo hace referencia la Biblia cuando
dice que no es de los ligeros la carrera. Agrega este pasaje: …ni la guerra de los fuertes. ¡No es
porque eres fuerte que ganarás la guerra! …ni aun de los sabios el pan, ni de los
prudentes las riquezas, ni de los elocuentes el favor; sino que tiempo y
ocasión acontecen a todos.
Queda muy claro en la Biblia que no son los ligeros
los que ganan la carrera, ni los fuertes los que ganan la guerra; no son los
elocuentes los que ganan el favor ni los sabios los que tienen el pan; y es
porque Dios no cuenta con ningunas de tus virtudes. ¡Él quiere ser glorificado
en todas las circunstancias que vives! Tu saldrás adelante pero no porque eres
ligero sino porque Dios está contigo. ¡Si es que el Señor está contigo, tú saldrás
adelante!
Tú puedes ser un ingeniero pero un ingeniero tonto
porque no conoces la palabra de Dios y no la pones por obra, y por más dinero
que ganes, eres un gil.
No es de los sabios el pan, no es de los fuertes la
guerra, sino que Dios gana las batallas por los débiles y por los pobres, Él
gana las guerras por los quebrantados de corazón. ¡Dios le da victorias al que
cree en Él y espera en Él! Tú puedes ser el más débil de los hombres, pero no
importa porque si Dios está contigo, te dará la victoria. Si la victoria fuera
de los fuertes habría que darle gloria a los fuertes y no a Dios. Y hemos visto
muchos que eran fuertes y han fracasado, grandes empresarios han quebrado;
hemos visto muchos soberbios caer pero también muchos humildes que han sido levantados.
No importa cuán grande sea la tormenta ni cuánto
tiempo dure, si estás firme en la Roca, si estás en Cristo Jesús, tienes
garantizada la victoria.
¿Te quedó claro que un mismo suceso le acontece a
todos? ¿Nunca más preguntarás por qué a mí, ni dirás qué grande es mi cruz? ¡No
importa qué tan grande sea tu cruz, y si lo es, mejor, porque quedará demostrado el poder y la gloria del Dios
que tienes!
Si pasares por el fuego, la llama no arderá en ti y
si pasares por las aguas, éstas no te anegarán. Hoy, el Señor te dice eso: ¿Lo
crees o no? ¡Si lo crees, la victoria es tuya! ¡Si no lo crees, allá tú!
¿Quieres ser victorioso? Si tu respuesta es sí,
entonces estás pidiendo tormentas, vientos, fuego. Cuando venga la próxima
tormenta, comienza a declarar: ¡Gloria a Dios!
Es que si no vienen tormentas a tu vida, ¿cómo se
enterarán que eres de Cristo? Si no vienen dificultades grandes, ¿cómo se
enterarán del Dios grande que tienes? ¿Quién va a poder ver la gran fe que tú
tienes? ¿Quién podrá saber que tú, en medio de las dificultades puedes confesar
que tu Dios es grande y que está contigo?
Aunque ande en valle de sombra de muerte, no
temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán
aliento (Salmo
23:4). ¿Quién escuchará palabras como éstas, salir de tu boca? Aunque un ejército
acampe contra mí, no temerá mi corazón; aunque contra mí se levante guerra, yo
estaré confiado (Salmo 27:3). No tienes que decir: ¡Qué no se
levanten guerras contra mí, Dios mío así nadie se da cuenta de lo débil que soy! No le tengas miedo a las dificultades porque
éstas vienen para demostrar quién es el cristiano!
Está claro que es normal que se levanten
dificultades contra el cristiano por más santo que éste sea.
¡En las dificultades es
cuando el creyente mejor busca a Dios! Cuando yo atravesé los más grandes
problemas de mi vida, me arrodillaba y lloraba diciéndole a Dios: ¡Dios, te
amo! ¡Antes no tenía tiempo para eso! ¡Señor soy tuyo, envía tu palabra! Las
oraciones más sinceras de mi vida las hice en los tiempos de mayores
dificultades. Y las recuerdo con cariño porque fue en ese tiempo que busqué a
Dios como nunca y Él se inclinó a mí y oyó mi clamor. Este pobre clamó,
y le oyó Jehová y lo libró de todas sus angustias (Salmo 34:6).
El pasaje de Eclesiastés
capítulo 9 se complementa con Mateo 7: 24 al 27: Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y
las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca. Descendió
lluvia, y vinieron ríos, y soplaron vientos, y golpearon contra aquella casa; y
no cayó, porque estaba fundada sobre la roca. Pero cualquiera
que me oye estas palabras y no las hace, le compararé a un hombre insensato,
que edificó su casa sobre la arena; y descendió lluvia, y
vinieron ríos, y soplaron vientos, y dieron con ímpetu contra aquella casa; y
cayó, y fue grande su ruina.
Hay un mal muy grande que he visto y se trata de
los cristianos que conocen la palabra de Dios pero no la hacen; han leído una y
mil veces un versículo, lo entienden pero no les ha bajado de la mente al
corazón. Sabiendo que vendrán ríos, lluvias y vientos, aún se preguntan por qué
vienen los vientos, los ríos y las lluvias. ¡Ya lo dijo Jesús! En este pasaje
de Mateo, la Biblia nos señala que los ríos vienen, la lluvia desciende y los
vientos pegan contra la casa de los prudentes y de los imprudentes. ¡A todos
sucede un mismo suceso!
El imprudente edifica la casa, también el prudente
lo hace, los dos gastan la misma cantidad de materiales y de mano de obra, a
los dos les cuesta lo mismo construir la casa, pero la del prudente queda firme
porque está fundada en la roca, ¿por qué? ¡Porque escuchó la palabra de Dios,
la creyó y la puso por fundamento de su vida!
Las dos veces se repiten las mismas palabras en
Mateo 7:25 y 27, sobre las dos casas soplaron los vientos, vinieron los ríos y
descendió la lluvia, porque estas inclemencias vienen a determinar qué casa
está firme y cuál es débil.
A Jesús no le importa con qué tipo de materiales se
construye la casa, no da ninguna apreciación acerca de qué se debe usar a la
hora de construir. No le interesa describir cuánto tiempo tardaron en construir
la casa el prudente y el imprudente porque lo que importa no es qué material
usaron ni cuánto tiempo tardaron ni cuánta mano de obra se invirtió. ¡Lo
importante es, dónde está fundada la casa que estás edificando!
Si te preguntas por qué tienes que vivir
determinada circunstancia o como le he escuchado a algunos creyentes: Lo único
que le pido a Dios es que me explique por qué. ¿Sabes por qué? ¡Porque está
escrito que vendrá lluvia!
Cuando yo predico que va a venir lluvia, vientos
impetuosos y ríos es porque vienen. ¡Ya te vas a acordar de lo que te estoy
diciendo! Los que ponen la palabra de Dios por obra dirán: Amén, gloria a
Dios, en esta circunstancia se verá el Dios que tengo. Y los que no la ponen
por obra preguntarán: ¿Por qué a mí? La diferencia será que algunos se
acordarán de esta palabra porque les entrará en el corazón, en cambio a otros
les quedará sólo en la mente. Entonces verás a un creyente firme, alabando a
Dios, declarando que en ese problema verá su gloria; y estarán los creyentes
llorones, deprimidos, angustiados, haciendo preguntas y exigiendo explicaciones
a Dios.
Jesús no hace énfasis si el viento es fuerte o no
porque eso no es lo que le interesa. La diferencia está en el fundamento, éste
es la palabra de Jesús. A Él no le interesa si el viento es de doscientos o cien
kilómetros por hora; cuando nos enteramos que habrá tormenta tropical y que los
vientos serán de noventa kilómetros por hora decimos que no es tanto pero
cuando son de ciento ochenta ya nos alarmamos. A nosotros nos interesa saber
cuál es la velocidad de los vientos pero a Jesús le importa qué tan fuerte
pueden llegar a ser porque el problema no está en lo fuerte que soplen sino en
el fundamento. No importa qué tan grande sea la tormenta, lo importante es, qué
tan firme es el fundamento.
A Jesús tampoco le interesa cuánto gastaste en mano
de obra o qué materiales usaste; no le interesa cuál es la velocidad del
viento, qué tan intensa es la lluvia ni lo impetuoso de los ríos porque todavía
no ha habido ningún río, viento o tormenta que hayan podido vencerlo. ¡Jesús
venció todas las dificultades! ¡Jesús enfrentó la misma muerte y resucitó al
tercer día! ¡Él vive y reina con poder y es Rey de reyes y Señor de señores!
Cualquiera, pues, que me oye estas palabras, y
las hace, le compararé a un hombre prudente, que edificó su casa sobre la roca (Mateo 7:24). El que oye
y pone por obras la palabra de Jesús.
Tengo algo importante para decirte: las palabras de
Jesús y Él mismo, son una misma cosa indivisible, inseparable. La Biblia señala
que, en el principio era la palabra y la palabra era con Dios, y la palabra era
Dios. Y esa palabra fue encarnada y vimos su gloria, gloria como la del
unigénito del Padre. (Juan 1:1 y 14) ¡La palabra de Dios se encarnó en Jesús y
ya no era una palabra que solamente podíamos oír sino que también podíamos ver
caminar! ¡Podíamos ver el obrar de la palabra de Dios porque cuando Jesús dijo:
Lázaro, ven fuera, el muerto se levantó! ¡El poder de la palabra de Dios
levanta a los muertos! ¡Jesús es la palabra encarnada de Dios! Dicho de otra
forma: si la palabra de Dios mora en abundancia en nosotros, la presencia de
Jesucristo mora en abundancia en nosotros.
¡La presencia de aquel que venció la
muerte y que enfrentó toda clase de dificultades! ¡Enfrentó y venció! Está en
ti, si eres de Cristo, ese río se las tendrá que ver con Él, el viento se las
tendrá que ver con Jesús, la tormenta que desciende se las tendrá que ver con
el Señor, porque Cristo es el Poderoso dentro de ti.
Por eso ni siquiera importa tu estado de debilidad,
Dios no está contando con tus fuerzas, Él cuenta con las suyas que son las
fuerzas de Todopoderoso. ¡Ay, yo estoy débil e indefenso! ¡No importa que estés
en esa condición, lo que realmente importa es si Cristo está operando en tu
vida o no!
El apóstol Pablo se
lamentaba delante de Dios y le pedía que le sacara un aguijón que lo
abofeteaba; tres veces le rogó a Dios para que se lo quitara pero Él no quiso,
más bien le dijo: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad (2ª
Corintios 12:9). ¡El poder de Dios se perfecciona en nuestra debilidad! Cuando
viene el viento, la lluvia y los ríos se manifiesta nuestra debilidad pero
también se manifiesta la gloria y el poder de Dios, de tal manera que tú llegas
a entender que no es por ti, no es por tu sabiduría ni tu gracia, no es porque
eres ligero, no es porque seas fuerte -y ya te has dado cuenta de la gran
dificultad que realmente eres débil- pero de un día para otro, cuando quieres
acordar estás del otro lado del problema. Y miras hacia atrás y declaras: ¡Si
Dios no hubiese estado conmigo, yo hubiera perecido! Entonces es Dios quien se
lleva toda la gloria, porque la obra no es tuya sino de Él.
Este es un día importante; hoy le tienes que pedir
perdón a Dios por todas las veces que te has quejado, porque los problemas que
han vendido a tu vida se presentaron para que tú glorifiques a Dios en ellos;
pero tú te achicaste, te quejaste, lloraste, hasta llegaste a pensar si valía
la pena ser cristiano. Algunos dicen: ¡Desde que soy cristiano las cosas me
van de mal en peor! Claro, las pruebas vienen para ver si eres cristiano o no.
Cuando vengan todas esas dificultades que pretenden
manifestar que tú no eres cristiano diles: ¡Van a ver que soy un cristiano!
¡Vas a ver que no voy a fracasar porque Dios está conmigo! ¡Yo no me voy a
quedar de este lado, ya me verás del otro lado! ¡La dificultad va a quedar y yo
voy a pasar!
¿Quieres recibir gracia para las pruebas que
vienen? ¿Estás dispuesto a pedirle perdón a Dios por haberte quejado en medio de
las dificultades? ¡Reconoce que has sido un necio y has hablado como tal!
Reconoce que no entendías porque la palabra de Dios no ha bajado de la mente a
tu corazón pero ahora estás entendiendo que eres más que vencedor por medio de
aquel que te ha amado. ¡No hay dificultad que haya vencido a un verdadero
cristiano! ¡No hay casa de ningún verdadero cristiano que haya caído por causa
de alguna tormenta porque su fundamento es Cristo!Sermones textos