CONOCIENDO EL ESPÍRITU SANTO

Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia. (2 de Pedro 1:3).

Por años he afirmado estar lleno del Espíritu. He testificado que he sido bautizado en el Espíritu. Yo he predicado que el Espíritu Santo me da poder para testificar y que él me santifica. Yo verdaderamente creo que el Espíritu Santo es el poder de Dios.

Últimamente me he encontrado a mí mismo orando, Señor, ¿realmente recibí tu Santo Espíritu? ¿Realmente conozco el increíble poder que vive en mí? O ¿es el Espíritu Santo tan sólo una doctrina para mí?

El hecho es, que puedes tener algo muy valioso y no saberlo. Y no puedes disfrutar lo que tienes porque no sabes cuán valioso es.

Muchos de nosotros vivimos en ignorancia de lo que tenemos, del poder que reside en nosotros. Algunos cristianos viven su vida entera pensando que ellos tienen el Espíritu Santo, sin embargo, ellos no lo han recibido verdaderamente en plenitud y en poder. El Espíritu Santo no está cumpliendo en ellos la obra eterna para la cual él fue enviado.

Ahora, yo no estoy hablando acerca de manifestaciones. A menudo, algunos creyentes buscan el Espíritu Santo solo cuando están en un aprieto y quieren que él se les manifieste. Ellos esperan que él descienda y barra sus problemas. Pero Pedro dice que esa no es la verdad sobre el Espíritu. Según él, nosotros tenemos el tesoro dentro de nosotros: Por su divino poder nos han sido dadas todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad. (2 de Pedro 1:3).

Juan el Bautista, le dijo a los fariseos: Yo bautizo con agua; más en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. (Juan 1:26). Esos líderes religiosos vieron a Jesús en la carne, y lo escucharon hablar. Pero no tenían entendimiento de quién él era. No estaban al tanto de su poder y gloria. Del mismo modo, Jesús le preguntó a Felipe su discípulo, ¿Tanto tiempo hace que estoy con vosotros, y no me has conocido, Felipe? (Juan 14:9) Quiero hacerte una pregunta similar: ¿Cuánto tiempo has testificado que estas lleno del Espíritu Santo? Podría decirte posiblemente el Espíritu como el Señor le dijo a Felipe, ¿He estado contigo todos estos años y sin embargo realmente no me conoces?

Algo parece estar fallando en la iglesia de hoy. Pablo dice que la iglesia de Tesalónica soportó la pérdida de sus casas y posesiones, todas sus pertenencias. Sin embargo, estos creyentes no fueron tambaleados por la experiencia. Él atribuye su fuerza al poder del Espíritu Santo: Pues nuestro evangelio no llegó a vosotros en palabras solamente, sino también en poder, en el Espíritu Santo y en plena certidumbre, como bien sabéis cuáles fuimos entre vosotros por amor de vosotros. Y vosotros vinisteis a ser imitadores de nosotros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación, con gozo del Espíritu Santo (1 Tesalonicense 1:5-6).

Pablo luego describe el testimonio que vino a causa de la gozosa resistencia de ellos. De esta manera habéis sido ejemplo a todos los creyentes de Macedonia y de Acaya, porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra del Señor; y no solo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada. (1:7-8).

En mis años de ministerio, nunca he visto a tantos creyentes bajo tal aflicción. Nunca ha habido un tiempo como éste con familias enfrentando crisis financieras, soportando batallas conyugales, desesperados por hijos rebeldes.

Ahora mismo, pastores por todo el mundo se están desilusionando. Ellos están cansados de su labor y abatidos porque ven muy poco fruto. Estos hombres están dejando el ministerio, personas ancianas están sufriendo dolores porque no pueden pagar sus medicamentos. El gobierno no puede resolver estos problemas, los políticos se sostienen solamente de promesas vacías.

Cuando miro lo que está pasando en nuestro país, nadie puede contradecirme. Jesús habló de una hora de poder que tendría lugar para los gobernantes de las tinieblas. Cuando él fue llevado del huerto, dijo a sus captores: Esta es su hora y la potestad de las tinieblas. (Lucas 22:53). La palabra griega para “hora” aquí significa un corto tiempo. En esa hora de oscuridad, la bestia vencería a Pedro por un corto tiempo. Cristo le había advertido a él: Satanás vendrá contra ti, para zarandearte y probarte.

Solamente una cosa conquista y disipa la oscuridad y esa cosa es la luz. Isaías declaró: El pueblo que andaba en tinieblas vio gran luz. (Isaías 9:2). Asimismo Juan afirmó: La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella. (Juan 1:5).

La luz representa el entendimiento. Cuando nosotros decimos yo veo la luz, realmente estoy diciendo Ahora entiendo. ¿Puedes ver lo que la Escritura está diciendo? El Señor está a punto de abrir nuestros ojos, no para ver un diablo victorioso, sino para recibir una nueva revelación. Nuestro Dios nos ha enviado su Santo Espíritu, cuyo poder es mayor que el poder del infierno. Mayor es el que está en ti, que el que está en el mundo. (1 Juan 4:4).

¿Cómo trabaja el Espíritu Santo en nosotros en medio de estos tiempos difíciles? Su poder es dado a conocer solamente cuando lo recibimos como nuestro escudero. El Espíritu Santo nos fue dado por esta misma razón, para llevar nuestras cargas y preocupaciones. Así que, ¿cómo podemos decir que lo hemos recibido si no le hemos traspasado nuestras cargas?

Tú puedes objetar, El Espíritu Santo fue enviado para darnos poder para testificar de Cristo. Eso es verdad, pero ¿qué comprende nuestro testimonio? ¿Es meramente hablar a las personas acerca de Jesús? ¿Es simplemente citar la Biblia? ¿Es solamente orando por las personas? Estas cosas son toda parte de nuestro testimonio, eso es seguro – pero no lo abarcan todo.

No, el testimonio para el mundo es el cristiano que ha puesto cada una de sus cargas sobre el Espíritu Santo. Como los creyentes de Tesalónica, este creyente ve problemas abrumadores por todas partes y aún así tiene el gozo del Señor. Tal cristiano ha recibido verdaderamente el Espíritu Santo, porque él permite que el Espíritu le suministre todo lo que él necesita para vencer. Un creyente desanimado simplemente no es un testimonio.

Considere la vida de Pablo. Habla de tener la sentencia de muerte sobre él: Pero tuvimos en nosotros mismos sentencia de muerte, para que no confiásemos en nosotros mismos, sino en Dios que resucita a los muertos. (2 Corintios 1:9). Él explica: Nosotros fuimos presionados, agobiados más allá de nuestra fuerza. Nosotros aún perdimos la esperanza de la vida. Estábamos absolutamente perdidos, sin manera de escapar.

Así que cuando Pablo vio la gravedad de su situación - aflicciones, apuros, hambre, persecuciones, frío, desnudez, prisiones, un aguijón en su carne, preocupaciones y ansiedades por las iglesias, conspiraciones y atentados contra su vida - su respuesta fue: Este es el fin. No hay escapatoria. Humanamente hablando, sólo hay una respuesta que yo puedo ver, y es la muerte. La única manera de salir de esta prueba es morir y estar con Jesús.

Dios permitió cada una de las pruebas de Pablo. Y eso llevó al apóstol a no confiar en sí mismo, sino a confiar plenamente en el Espíritu Santo para que lo liberara.

El cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librara, de tan gran muerte. (2 Corintios 1:10). Qué increíble declaración. Pablo está diciendo: El Espíritu me libró de una situación imposible. Él está librándome incluso ahora y él continuará librándome en todas mis aflicciones.

Déjame resumir todo ahora: recibir el Espíritu no se evidencia por alguna manifestación emocional. (Aunque yo creo que hay manifestaciones del Espíritu). De lo que yo estoy hablando es de recibir el Espíritu a través de un conocimiento creciente y reposado. Recibirlo a él significa tener una luz creciente acerca de su poder liberador, su capacidad de llevar nuestras cargas, su provisión.

Repito las palabras de Pedro: Como todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder, mediante el conocimiento de aquel que nos llamó por su gloria y excelencia. (2 Pedro 1:3). Según Pedro, el divino poder del Espíritu no viene como una manifestación. Él viene primero a través del conocimiento de aquel que nos llamó.

Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. (Juan 1:16). Además, el Espíritu Santo no es completamente recibido hasta que él tenga el control total. Simplemente no lo hemos recibido si no le hemos dado el control completo. Tenemos que abandonarnos completamente a su cuidado.

Déjame dar un ejemplo final para ilustrar esto: En Génesis 19, encontramos a Lot y a su familia en una terrible crisis. El juicio estaba por caer sobre su ciudad, Sodoma, y Dios había enviado a sus ángeles para liberarlos. Lot abrió su puerta a aquellos mensajeros del Señor, y ellos entraron a la casa. Ellos tenían el poder del cielo para librar a toda esa familia. Pero los ángeles no fueron recibidos.

La esposa de Lot no podía concebir un cambio en su vida. Ella escuchó a los ángeles apurando a su esposo a que dejara Sodoma, debió haber pensado: Yo no quiero dejar mi bella casa, mis muebles, todos mis amigos. Seguramente, eso no puede ser la voluntad de Dios. Oraré para que el Señor detenga su juicio. Él tiene que hacer un milagro por mí.

Al final los ángeles tuvieron que forzar la voluntad de Lot y su familia arrastrándolos fuera de Sodoma. El plan de Dios todo el tiempo fue librarlos en el proceso de la huída. Él iba a alimentar, vestir y cuidar de ellos. Pero como todos sabemos, la esposa de Lot miró atrás y murió, convertida en una estatua de sal.

El mensaje de los ángeles fue claro: Si tú quieres que Dios este en control, entonces tú tienes que entregar las riendas. Si tú lo estás buscando a él para que te libre, tienes que dejar a un lado tus planes y estar dispuesto a seguir su voluntad. En resumen, el Espíritu Santo no usa su poder para librar a personas dudosas. La incredulidad aborta su trabajo. Tenemos que estar dispuestos a dejar que él haga cambios en nuestras vidas, si esa es la manera elegida por Dios para librarnos.
Cree en la Palabra que él te ha dado: El cual nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará, de tan gran muerte (2 Corintios 1:10).