Se necesitan hombres encendidos para esta medianoche
espiritual. En el día de Pentecostés, la llama del Dios vivo vino a ser la
llama de un grupo de corazones humanos. La Iglesia empezó con aquellos hombres y mujeres en el aposento alto entregados a la
oración ardiente, y hoy día está terminando con hombres y mujeres en el salón
de fiestas de encima de la iglesia organizando despertamientos artificiales. La
Iglesia empezó con un despertamiento y está terminando con un ritual.
Empezamos de un modo indisoluble, estamos terminando en la disolución. Los primeros miembros de la Iglesia eran hombres ardientes y no grandes graduados. Hoy día hay muchos grados de ciencia y pocos de calor. ¡Hombres con corazones de llama son la necesidad del presente!
Empezamos de un modo indisoluble, estamos terminando en la disolución. Los primeros miembros de la Iglesia eran hombres ardientes y no grandes graduados. Hoy día hay muchos grados de ciencia y pocos de calor. ¡Hombres con corazones de llama son la necesidad del presente!
Los hombres de Dios necesitan ser columnas de fuego. Necesitamos
verdaderos profetas para advertir a las gentes de sus malos negocios, pues: ¿De
qué aprovechará el hombre que ganare todo el mundo y perdiere su alma? Marcos
8:36. En este tiempo del fin la actitud infantil de muchas conferencias de
predicadores es una tragedia. El grito debería ser: Tocad trompeta en Sion,
santificad un ayuno, llamad a una solemne convocatoria para que los predicadores,
los ministros del Señor, lloren Joel 2:15-17.
Comparado con un corazón que ha conocido el fuego del Señor y ha permitido
que este fuego se apague, los picos helados de los Alpes son cálidos. El metal
solamente se funde cuando el fuego arde; quitad el fuego y el metal será
sólido. Así es con el corazón humano: sin el calor del cielo es un iceberg. Si
el Espíritu Santo está ausente del estudio del predicador, viene éste a
convertirse en un laboratorio de doctrinas disecadas y dogmas sin vida. La
enseñanza necesita unción, la verdad debe ser cortante, y el consuelo hiriente.
Hombres inspirados son una extremada necesidad. Los creyentes engendrados
del Espíritu Santo son indispensables para esta degenerada generación. Necesitamos
Josué para llevar al pueblo del Señor a la tierra prometida de la vida llena
del Espíritu. Como Israel, hemos escapado de Egipto y de Faraón (que en nuestro
caso es Satanás), pero hemos fallado en Cades-Barnea. Lo que debería ser una
piedra de memoria se ha convertido en una piedra de tropiezo; lo que debería
ser una entrada se ha convertido en un fin de ruta.