EL INFIERNO NO TUVO PAZ

Algunos predicadores dominan sus asuntos y algunos asuntos dominan al predicador. De vez en cuando encontramos algún predicador que es dueño de ambas cosas y domina también su asunto.
Miremos a Pablo en Éfeso Hechos 19: Siete hombres están tratando de usar una fórmula religiosa sobré una víctima del tipo de la de Gadara, pero el usar términos teológicos o versículos de la Biblia contra hombres poseídos por el demonio están ineficaz. Un solo hombre controlado por el demonio fue un pugilista capaz de propinar una buena paliza a los siete tontos psicópatas. Mientras los siete hijos de Esceva huían por las calles descamisados y avergonzados, el hombre poseído por el espíritu inmundo aumentaba su guardarropa con siete trajes.

Por esto los siete fugitivos, heridos y temerosos, se vieron obligados a contar la historia. De este modo Dios tornó su locura en gloria para Cristo, pues el nombre del Señor fue grandemente temido y ensalzado. Muchos espiritistas de aquella época fueron convertidos; judíos y griegos fueron salvos. Y en una hoguera pública destrozaron y quemaron libros de falsos cultos por valor de 50.000 piezas de plata.

Así se cumplió: La ira del hombre te acarreará alabanza. Escuchad el testimonio del demonio: A Jesús conozco y sé quién es Pablo, pero vosotros, ¿quiénes sois? Esta es la más alta alabanza que la tierra o el infierno pueden conceder a una persona. Mteo 8:1-34.

¿Cómo consiguió esto el apóstol Pablo? ¿Por qué los demonios conocían a Pablo? ¿Es que le habían apaleado también a él, o él les había apaleado a ellos? ¡Ciertamente! Considerad por un momento la historia de Pablo. Dios y Pablo estaban en términos muy íntimos. Le habían sido concedidas grandes revelaciones, sus servidores eran ángeles y sus humildes manos eran en gran manera poderosas. Sus palabras llenas de poder del Espíritu de Dios rompieron los grillos del alma de una muchacha atada por el demonio, a la cual los hombres usaban como adivina.

En Corinto, la ciudad más corrompida del mundo greco-romano, este poderoso Pablo cavó cimientos en el pantano del desaliento y a las mismas puertas de la corte diabólica estableció una iglesia. Más tarde arrebató almas frente a las mismas narices de César: miembros de su propia corte. Ante los reyes Pablo se hallaba como en su casa, pues dijo: me siento por dichoso, oh rey Agripa. Pablo trastornó, asimismo, la capital intelectual del mundo hablándoles de una verdad, la de la resurrección, que confundió a sus cultos oyentes. Mientras Pablo vivió, el infierno no tuvo paz.

¿Cuál era la armadura de Pablo? ¿Dónde había afilado su espada? Más de una vez Pablo usó la expresión: Estoy persuadido, y aquí radicaba su secreto. Verdades reveladas le habían hecho sabio. La Palabra, como el Señor mismo, es inmutable. El ancla de Pablo estaba echada en las profundidades de la fidelidad de Dios. Su hacha de batalla era la Palabra del Señor; su fortaleza, la fe en esta Palabra. El Espíritu avisaba a Pablo de la próxima estrategia del adversario, cuyas maquinaciones no le eran ocultas; por esto el infierno sufría derrotas.

En el último momento de su terrena peregrinación Pablo declaró: He peleado la "buena batalla". Los demonios me imagino, podían haber dicho amén a esta declaración, pues ellos sufrieron más de Pablo que Pablo de ellos. Pablo era bien conocido en el infierno.

Lo que habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí, esto haced. Filipenses 4:9.