Los Mayores Adversarios de Dios son Sus Dones

El más grande enemigo del hambre por Dios no es un veneno, sino algo delicioso. No es el banquete de los inicuos que opacan nuestro apetito por el cielo, sino la infinidad de bocadillo en la mesa del mundo. No son los videos censurados, sino los triviales pedacitos de los mejores programas que cada noche tragamos. Para todo el mal que Satanás pueda hacer, cuando Dios describe lo que nos aparta de la mesa de banquete de su amor, es un lote de terreno, un yugo de buey, y una esposa Lc 14:18-20. El mayor adversario del amor a Dios no son sus enemigos, sino sus propios dones. Y los deseos más mortales no son para envenenar el mal, sino para los simples placeres de la tierra. Porque cuando estos remplazan un sed por Dios mismo, la idolatría es difícilmente reconocible y casi incurable. Jesús dijo que hay quienes oyen la palabra de Dios, que despierta en sus corazones un deseo por Dios. Mas entonces, yéndose, son ahogados por los afanes, las riquezas y los placeres de la vida. En otra parte dijo: las codicias de otras cosas entran y ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Mr 4:19. Los placeres de esta vida y la codicia de otras cosas, que no son malas en sí. No son vicios. Son dones de Dios. Ellos son su básica carne y papas y café, jardinear, leer, decorar, viajar, invertir, mirar la TV, navegar por Internet, comprar, hacer ejercicio, colectar y hablar. Y todos ellos se pueden convertir en mortales sustitutos de Dios. Si verdaderamente consideramos el ayuno, no debemos limitarlo al tema de comida y bebida; el verdadero ayuno debería de consistir en incluir la abstinencia de cualquier cosa que es legítima en sí y para sí por motivo de algún propósito espiritual. Hay muchas funciones corporales que son correctas y normales y perfectamente legítimas, pero que por alguna razón peculiar en ciertas circunstancias debería de ser controladas. Eso es ayunar. Hasta hoy he asumido que las cosas buenas pueden causar un gran daño. Bueyes, campos y el casamiento pueden mantenerle fuera del reino de los cielos. Por eso Jesús dice: Nadie puede ser mi discípulo a menos que renuncie a todo lo que posea Lc 14:33, Cualquier cosa puede interponerse en el camino del genuino discipulado, no solamente el mal, no solamente la comida, sino cualquier cosa. Cuando Abraham Prefirió a Dios Antes que la Vida de su Hijo. ¿Cómo es que el ayuno nos ayuda a convertir los dones en dioses? Consideremos el casi sacrificio de Isaac por su padre Abraham. Cuando Abraham ya había alzado su mano para matar a su hijo y heredero de la promesa de Dios, el ángel de Jehová le dio voces desde el cielo, y dijo: Abraham, Abraham. Y él respondió: Heme aquí. Y dijo: No extiendas tu mano sobre el muchacho, ni le hagas nada; porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único Gn. 22:11-12. Ahora bien, aquí tenemos una clase radical de ayuno: el sacrificio de un hijo. Dios no pidió este ayuno porque Isaac fuera malo. Al contrario, fue porque en los ojos de Abraham él era tan bueno. Ciertamente él parecía indispensable para el cumplimiento de la promesa de Dios. Ayuno no es un instrumento del mal sino del bien. Pero, ¿Por qué Dios habría pedido tal cosa? Debido a que era una prueba. ¿Acaso Abraham se deleitaba en el temor del Señor Is.11:3, más de lo que se deleitaba en su propio hijo? Dios habló por medio del ángel: Ahora conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único. Estas palabras: ahora conozco. ¿Qué significan? ¿No sabía Dios que Abraham era un hombre que temía a Dios, y que valoraba a Dios sobre su hijo? La Biblia nos enseña que Dios conoce los corazones de todos los hombres 1 Ry 8:39; Hch 1:24 ciertamente él formó el corazón de todos ellos Sal 33:15. Entonces, ¿Por qué la prueba? Abraham no sabía que tal obediencia resistiría tal orden hasta que el evento se lo mostró; y la obediencia que él no sabía que escogería, no se puede decir que la escogió. La realidad de la obediencia de Abraham fue el acto mismo; y lo que Dios sabía, conociendo a Abraham es que “obedecería”, fue la obediencia actual de Abraham en aquella montaña en aquel momento. Decir que Dios “no necesitaba hacer el experimento” es como decir que Dios porque sabe, las cosas conocidas de Dios no tienen necesidad de existir.” ¿Por qué Recompensa Dios el Ayuno? Queda todavía una pregunta crucial: ¿Por qué es que Dios responde al ayuno? ¿Por qué nos recompensa cuando ayunamos? Con sus promesas rocía las páginas de la Biblia y de la historia. Jesús prometió que lo haría: “Vuestro Padre que ve (tu ayuno) en secreto, te recompensará.” Mteo 6:18 La pregunta es urgente, porque una respuesta equivocada puede deshonrar a Dios y hacernos un grave daño. Una Respuesta que Deshonra a Dios y nos Daña. Como ejemplo, supongamos que dijimos que el ayuno recibe recompensas de Dios, porque ellas se ganan mostrando los méritos de quien ayuna. Esto deshonraría a Dios al convertir su gracia en una transacción de negocio. Implicaría que el ayuno dependería de la voluntad de usted y que esta auto disciplina es ofrecida a Dios por recompensa. Lo cual es un gran deshonor para Dios, porque reclamamos para nosotros lo que pertenece solo a Dios, es decir, la iniciativa final de la oración y el ayuno. En esa forma, nos colocamos en el lugar de Dios anulando la libertad de su gracia. Esto nos hace un gran daño. Si escogemos relacionarnos con Dios de esta manera, al final no seremos beneficiados con su gracia, sino con el pago de la justicia. Esto quiere decir que obtendremos de Dios lo que merecemos, en vez del “don gratuito” de la vida eterna. (Romanos 6:23) Para usar los términos del apóstol Pablo esta forma de ver la respuesta de Dios al ayuno, se convierte en obras. Esto lo vemos en Romanos 4:4 “Pero el que obra, no se le cuenta el salario como gracia, sino como deuda.” Si decimos que Dios recompensa el ayuno pagando “salario” o cancelando “deudas” a quienes han ganado o merecido sus recompensas ayunando, entonces estamos actuando como si “la recompensa no es reconocida de acuerdo a la gracia.” Y esa es una manera fatal de relacionarnos con Dios. Porque la única alternativa para la gracia gratuita es la condenación. Dios no nos salva “por gracia...por la fe” (Efesios 2:8) y luego recompensa nuestro ayuno “por justicia... por obras.” La recompensa o justificación y la subsecuente recompensa, nos viene sobre la misma base y por los mismos medios: sobre la base de la obra de Dios en Cristo, es decir su muerte expiatoria (Romanos 3:24) y por medio de la obra de Dios en nosotros, vale decir, nuestra fe transformadora (Efesios 2:8, Gálatas 5:6) La intención de merecer o ganar algo de Dios es maligno y fatal antes y después de la conversión. Todo acto que nulifica la gracia es maligno y fatal cuando usted lo hace. Por consiguiente, una respuesta equivocada a la pregunta, por qué Dios recompensa el ayuno puede deshonrar a Dios y hacernos un gran daño. Es extremadamente importante que contestemos la pregunta correctamente. La gloria de Dios y la nuestra están en peligro. El Ayuno es “de Él, por Él y para Él Dios no responde al ayuno porque se le presenten nuevos conocimientos acerca de nuestra fe y nuestra devoción. Él conoce nuestros corazones mejor que nosotros mismos. De hecho, la fe de nuestro corazón nacido de nuevo, es obra de la mano misma de Dios. Nos conoce porque conoce su propia obra. “Somos hechura suya, creados en Cristo Jesús.” (Efesios 2:10) Y él no solo nos ha creado como nuevas criaturas de fe, sino que “hace en nosotros aquello que es agradable a él.” (Hebreos 13:21) Es nuestro deber y deleite escoger la obediencia hora tras hora, y nunca debemos olvidar que “Dios es el que en vosotros produce así el querer como el hacer por su buena voluntad.” (Filipenses 2:13) La razón más fundamental, por la que el ayuno no puede obtener nada de Dios es porque es un don de Dios. Es algo que Dios está “obrando en nosotros.” No puede usted esperar que pague por algo que es suyo. Esto es lo que Pablo quiso decir en Romanos 11:35/36, “¿O quien le dio a él primero para que le fuese recompensado? Porque de él, y por él y para él, son todas las cosas. A él sea la gloria por los siglos. Amén. Esto incluye el ayuno. Es de él y por medio de él y para él. No se ofrece a Dios para que se nos devuelva paga por ello. Primeramente es dado por Dios para que podamos beneficiarnos de él y para que él pueda ser glorificado por ese medio.