¿Por
qué el Hijo del Dios omnipotente iba a hacer una pregunta de la que ya sabía la
respuesta a unos humildes pescadores? Ciertamente, su respuesta no le iba a
impresionar. La intención de Dios es siempre hacerte pensar cómo responder a
sus preguntas.
Preguntó
a Adán: ¿Dónde estás tú? (Génesis 3:9b). Le preguntó a Abraham: ¿Hay para Dios
alguna cosa difícil?” (Génesis 18:14). Le preguntó a Ezequiel: ¿vivirán estos
huesos? (Ezequiel 37:3). Ahora les está preguntando a los discípulos: … ¿tenéis
algo de comer?
Lo
que Dios quiere saber de verdad es que consideres si lo que estás haciendo está
funcionando o no… las largas horas extras de trabajo… el ritmo frenético… el
escatimar y el ahorrar… la falta de disposición para confiar en Él. ¿Y qué hay
de todo el equipaje que has arrastrado durante años… el corazón endurecido… los
muros de ira que te has construido para impedir ser herido de nuevo…? ¿Tienes
algo de comer que sea el resultado de todos tus esfuerzos?
Dios
no está interesado en el tamaño de tu barca ni de quien va a bordo. De hecho,
muchos de nosotros hemos presumido tanto del tamaño de nuestra iglesia o de las
grandes personalidades que ocupan el púlpito que no podemos admitir que ya no
pescamos nada. Somos tan competitivos y nos preocupamos tanto de lo que piensan
los demás que tenemos temor de confesar la verdad.
La
liberación empieza siempre con la confesión. En una ocasión anterior, los discípulos
contestaron a Jesús: …toda la noche hemos estado trabajando, y nada hemos
pescado (Lucas 5:5b).
Tuvieron
que reconocer primero que sus mejores esfuerzos no eran suficientes. Cuando no
tienes algo de comer, sólo hay una cosa que puedes hacer: desconecta el
teléfono, apaga la televisión, vete a tu lugar de oración y deja que Dios te
muestre dónde debes echar la red.