DESCONECTADO

 Esta frase de Lucas 19:10 encierra una profundidad teológica y existencial que toca el corazón del evangelio. Cuando Jesús dice que vino “a buscar y a salvar lo que se había perdido”, no se refiere simplemente a objetos extraviados, sino a personas—al alma humana desconectada de su propósito divino.

  ¿Qué se había perdido?

      La comunión con Dios: Desde la caída en Génesis, la humanidad perdió su relación íntima con el Creador. Jesús vino a restaurar esa conexión.

      La identidad espiritual: Muchos vivían como si fueran meros ciudadanos del mundo, olvidando que fueron creados a imagen de Dios. Jesús vino a devolverles esa dignidad.

      La esperanza de redención: En un mundo marcado por el pecado, la injusticia y el dolor, lo perdido incluye la esperanza de que algo mejor es posible.

      Los marginados y despreciados: En el contexto inmediato, Jesús está hablando de Zaqueo, un recaudador de impuestos despreciado por su pueblo. Él representa a todos los que han sido excluidos, juzgados o considerados irredimibles.

Es casi como si Jesús estuviera diciendo: “Mi misión es recuperar todo lo que el pecado ha robado: la relación, la pureza, la vocación, el propósito”.

  Aplicación espiritual

Para alguien como tú, que busca vivir la santidad en lo cotidiano, este versículo puede ser una invitación a participar en esa misma misión: buscar lo que se ha perdido en tu entorno—la fe apagada, la dignidad herida, la verdad olvidada—y ser instrumento de restauración.

 Vamos a entrelazar Lucas 19:10 con dos momentos bíblicos que también hablan de restauración: 1 Samuel 7 y la historia de Obed-Edom. Ambos revelan cómo Dios busca lo que se ha perdido—no solo en términos de personas, sino también de presencia, propósito y comunión.

  1 Samuel 7: Restauración nacional y espiritual

Después de años de idolatría y derrota, Israel “lamentaba en pos de Jehová” (v.2). El Arca había estado en la casa de Abinadab por veinte años, pero no hubo transformación. Entonces Samuel llama al pueblo al arrepentimiento:

      Arrepentimiento genuino: Samuel les dice que quiten los dioses ajenos y se vuelvan solo a Jehová (v.3).

      Confesión y ayuno: En Mizpa, el pueblo derrama agua como símbolo de quebranto (v.6).

      Intercesión y liberación: Samuel ora, ofrece sacrificio, y Dios responde con estruendo, confundiendo a los filisteos (v.10).

  ¿Qué se había perdido? La presencia activa de Dios, el temor reverente, la unidad espiritual. Y todo eso fue restaurado cuando el pueblo volvió con sinceridad.

  Obed-Edom: Restauración en lo cotidiano

Cuando el Arca fue llevada a su casa por tres meses, algo extraordinario ocurrió:

      Bendición tangible: Su hogar fue visiblemente bendecido (2 Samuel 6:11).

      Corazón reverente: A diferencia de Abinadab, cuya familiaridad con el Arca no produjo fruto, Obed-Edom recibió la presencia con temor y honra.

      Fruto espiritual: Más adelante, se le ve como portero y músico en el templo (1 Crónicas 15:18, 26:4–8), lo que sugiere que su vida fue transformada.

  ¿Qué se había perdido? El sentido de reverencia, la santidad en lo ordinario, la disposición a recibir a Dios en casa. Obed-Edom lo recuperó, y fue bendecido.

 

  Conexión con Lucas 19:10

Jesús, al decir que vino a buscar lo perdido, está haciendo eco de estas historias:

      Como Samuel, llama al arrepentimiento y ofrece intercesión.

      Como Obed-Edom, entra en casas humildes y transforma vidas.

      Como el Arca, porta la presencia divina, pero ahora en carne y hueso.

Y tú, que buscas vivir la santidad en lo cotidiano, ¿estás caminando en esa misma senda?